Por Nano González Ferraro
Las izquierdas van tomando un accionar desprendido de la autenticidad que sus seguidores esperan de los gobiernos revolucionarios, en un afán por definir su distancia con las derechas, pero, en ocasiones, consiguen ciertos paralelismos en cuanto al tradicionalismo y la autoridad, como es el caso de Venezuela.
El pasado 27 de octubre, se produjo el inicio de una crisis de identidad y cultura política en Uruguay. Un país que, a los ojos del mundo ha sido históricamente un ejemplo, y que ha sabido avanzar en derechos humanos y en cultura política durante el siglo XX, a pesar de haber tenido importantes retrocesos en tiempos de dictadura, ingresó en el conmocionado ambiente de las derechas más radicales. El bombardeo político entre el debilitado frente de izquierdas (Frente Amplio) y la recién nacida coalición de derechas, solo puede tener como campo de batalla al pueblo. La batalla política tiene un trasfondo que no contempla la cantidad de personas que han adquirido derechos sociales, ni los empresarios que se han visto perjudicados; se trata de una lucha por el poder entre dos bloques. La cuestión está en que casi el 90% optó por elegir una opción diferente a la extrema derecha, pero el Partido Nacional decidió crear una coalición con esta para poder vencer al partido de izquierdas (que fue el más votado en las elecciones). Más allá de la mentira de la que fueron víctimas las personas votantes del Partido Colorado y del Cabildo Abierto, el pueblo uruguayo se vio envuelto en lo que podría llegar a denominarse una manipulación de la democracia, ya que los partidos fueron presentados como independientes los unos de los otros ante las urnas, pero el claro objetivo real fue generar varios montones de votos para ser sumados, no solo en una segunda vuelta electoral, sino también en un parlamento. El enceguecido fanático de cualquier partido, deberá abrir los ojos para visualizar cuál es el panorama y qué es lo que está en juego en este mes. Quedó demostrado que mucha gente se desprendió del Frente Amplio con un sinfín de argumentos y tampoco está mal la alternancia de la que tanto se habla. Pero en este caso, esa alternancia está entre un partido que ha mejorado indiscutiblemente la imagen del país, y otro partido que utilizó como recurso una coalición con otros sectores de derecha y de derecha extrema. Existe un gran número de personas que optaron por votar otros partidos, dando lugar, por ejemplo, a dos partidos que no tenían representación política, lo que es una buena noticia para la pluralidad en la democracia, así como también existe un gran número de anarquistas en el país que no ejercen su derecho al voto, u optan por anular su elección. Pretender que de estos últimos dependa la elección del futuro presidente, es pretender que estos traicionen sus ideales, así como se pretende que los votantes del Partido Colorado y del Cabildo Abierto hagan lo mismo (no es lo mismo la invitación de los candidatos políticos, que la voluntad de sus militantes). Existe la posibilidad de que las próximas elecciones no sean meramente partidarias; sino que, por rara vez en una democracia representativa, el pueblo uruguayo es partícipe de una estrategia política independiente de sus partidos políticos.
Cuando la democracia tiembla, el pueblo participa por Facundo González Ferraro se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-CompartirIgual 4.0 Internacional.